1 Cor 15. 55 «¿dónde está, muerte, tu victoria?» Empiezo con una cita bíblica una reflexión ante la consternación por lo acontecido la pasada tarde en las Ramblas de Barcelona. Rompo una lanza, no violenta, en favor de las religiones, sobre las que tanto se polemiza, a las que tanto se machaca y persigue, y de la que tantos personajes a lo largo de la historia se han aprovecho del desconocimiento, del miedo o de una fe infante de tantos feligreses.

La religión proviene del término «religere» que significa «unir». Una unión que no implica ni sumisión ni dependencia sino la relación entre partes. Las religiones han sido utilizadas y empleadas con fines no siempre legítimos, no con la intención de sus fundadores o de sus textos revelados, y en la mayor parte encerradas en la mitología que no acompaña a la unión, sino al temor o al reducto.

Si a esto añadimos una falta de interés por las preguntas últimas (yo diría que son las primeras) sobre el sentido de la vida que cada persona debe plantearse en su vida, y que la filosofía ayuda a plantear; nos quedamos en un mundo fatuo, vanidoso y que camina hacia la deriva de no se sabe bien qué. Estamos a merced de intereses económicos y consumistas que han aniquilado los criterios éticos por los que se regían las culturas: «honor» gritaba el Rey Arturo a los Caballeros que le seguían libremente. ¿Dónde quedan nuestros intereses? ¿Dónde la comunidad que se preocupaba por el que estaba al lado? Ahora no nos conocemos ni en el bloque de vecinos en el que vivimos.

Insisto en la reinvidicación de la filosofía, la religión, el  arte, la música, la poesía… en la enseñanza, sea pública, privada o concertada. Una educación plural que nos permita poder enriquecernos en vocabulario, ideas, seguridad, política… en saber interpretar lo que nos rodea para que no nos abrume ni nos apabulle, para saber qué hacer con nuestras vidas.

Debemos ser efectivos técnicamente para poder ser competentes en nuestros trabajos, pero también con capacidad para pensar y expresar un mundo diferente, en el que quien piensa distinto a mí no es mi enemigo sino que diverge y debo poder entablar diálogo con él para enriquecernos mútuamente.

Estoy dispuesto y sigo tratando de enriquecerme en un mundo en el que la imagen y la opinión de unos pocos no me obnubile, te animo a hacer lo mismo. Piensa lo que quieras y cuando tengas un rato lo hablamos.

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